Primer acto.
Es temprano para recibir notificaciones, o eso piensa mi educada personalidad de señor mayor, pero no son las 7 y ya tengo dos mensajes de ese amigo, que siempre me reenvía buenos Reels. Instagram es el analgésico de los últimos años. Un sitio donde se puede ser Aesthetic o Vintage, sin temor a ser juzgados ya que, en busca de seguidores, la mayoría andamos haciendo de pendejos.
Cualquier cocina del país.
Abro mi buzón de mensajes y me sorprende ver al señor presidente y la primera dama, en monos deportivos, una publicación que tiene como dos horas de subida, por cierto, haciendo café al más puro estilo criollo venezolano, en una modesta cocina, tan sencilla, tan poco lujosa y encima, pintada de gris. ¡Coño! Ha de ser que finalmente nuestro presidente, y digo nuestro, puesto que ya he pasado tanto tiempo en este país como para seguir renegando que también me gobierna, o me desgobierna, comprendió la necesidad de apartarse de los lujos, de los ferraris y los rolex, para proyectar una imagen que se parezca a la de cualquier cocina del país.
El esequibo es nuestro.
La puesta en escena parece ridículamente diseñada, como si no se supiera de lo que se hace y menos de lo que se habla. Simplemente son un sesentón y su esposa, a todas luces mayor que él y con evidentes signos de desgaste, sí, pues los revolucionarios también se están poniendo viejos camarada, haciendo café y bromeando. Él, cantando una canción popular, ella, con la cabeza gacha perdida entre los potes de café y la manga. ¡La Manga de Cilita! ¿Qué tiene como cuántos? ¡Veinticinco años! ¡mínimo! Dice ella, pero la vergüenza se me cae al comprobar que está más nueva y limpia que la de mi casa y eso que no tiene ni siete días de comprada, pero bueno, quizas ellos compran donde venden las buenas, ¿será? Así transcurre el video de no más de minuto y medio y a ¡votar compatriotas! A votar porque la soberanía nacional está en juego y ¿¡si dejamos que nos quiten el Esequibo que nos van a quitar después!?
El experimento social
Lo dijo alguien; ha pasado tanto tiempo en la pantalla que uno ha aprendido a verlo hasta con cariño, ya no es el platanote, el burro, el hombre que ordenó la matanza de los estudiantes y que no vaciló en responder con torretas de agua y gases lacrimógenos, ahora es eso, un viejo pendejo, que hace TIK TOK, definitivamente; Latinoamérica es un experimento social.