Reiner María Rilke:
Un desconocido poeta, cadete de la escuela militar, Franz Xaver Kappus, mantiene una correspondencia con el escritor austriaco, el autor de los Sonetos a Orfeo, en la que recibe los consejos de este; Kappus le pide una crítica sobe lo que escribe y las respuestas de Rilke demuestran que vivía y pensaba poéticamente.
Estas cartas demuestran la extrema sensibilidad de Rilke y su visión sobre el mundo y la condición humana.
Maria Rilke nació en Praga, el 4 de diciembre de 1875.
Rilke viajaba constantemente entre los años 1903 y 1906, tras las preocupaciones económicas que lo acuciaban, y por sucesiva dependencia de algún mecenas de turno para poder subsistir.
Desde estos diferentes lugares, iba a respondiendo a cada una de las cartas del joven Kappus. Desde el principio hizo saber a Kappus que no debería buscar en otro lado que en su interior el verdadero motivo de escribir y que debe relacionarse con todo lo que lo rodea.
Carta I, París, 17 de febrero de 1903. (Fragmento)
“Muy distinguido señor:
Hace sólo pocos días que me alcanzó su carta, por cuya grande y afectuosa confianza quiero darle las gracias. Sabré apenas hacer algo más. No puedo entrar en minuciosas consideraciones sobre la índole de sus versos, porque me es del todo ajena cualquier intención de crítica. Y es que, para tomar contacto con una obra de arte, nada, en efecto, resulta menos acertado que el lenguaje crítico, en el cual todo se reduce siempre a unos equívocos más o menos felices. […]
Usted pregunta si sus versos son buenos. Me lo pregunta a mí, como antes lo preguntó a otras personas. Envía sus versos a las revistas literarias, los compara con otros versos, y siente inquietud cuando ciertas redacciones rechazan sus ensayos poéticos. Pues bien —ya que me permite darle consejo— he de rogarle que renuncie a todo eso. Está usted mirando hacia fuera, y precisamente esto es lo que ahora no debería hacer. Nadie le puede aconsejar ni ayudar. Nadie […]
No hay más que un solo remedio: adéntrese en sí mismo. Escudriñe hasta descubrir el móvil que le impele a escribir. Averigüe si ese móvil extiende sus raíces en lo más hondo de su alma. Y, procediendo a su propia confesión, inquiera y reconozca si tendría que morirse en cuanto ya no le fuere permitido escribir. Ante todo, esto: pregúntese en la hora más callada de su noche: “¿Debo yo escribir?” Vaya cavando y ahondando, en busca de una respuesta profunda. Y si es afirmativa, si usted puede ir al encuentro de tan seria pregunta con un “Si debo” firme y sencillo, entonces, conforme a esta necesidad, erija el edificio de su vida.”
“Ante todo, esto: pregúntese en la hora más callada de su noche: “¿Debo yo escribir?”
Rilke tuvo una infancia difícil, sus padres se separaron y la pasó bastante mal con cada uno de los dos. Su madre no pudo superar la muerte de su hija primogénita, hermana de Reiner, y vistió con ropa de mujer al hijo hasta que cumplió cinco años; cuando estuvo con su padre, este lo obligó a ingresar en la escuela militar.
Rilke tuvo como nombre René, pero después de abandonar Praga decidió cambiarlo por Reiner
Carta X, Furugorg Jonsered, en Suecia, a 4 de noviembre de 1904 (Fragmento)
“Mi querido señor Kappus:
Durante todo este tiempo que ha transcurrido sin que usted recibiera ninguna carta mía
estuve unas veces de viaje, y otras tan atareado, que no pude escribir. También hoy me
cuesta hacerlo, porque he tenido que escribir ya varias cartas, y mi mano está cansada.
Si yo pudiese dictar, le diría muchas cosas, pero así le ruego que reciba tan sólo unas
pocas palabras a cambio de su extensa carta.
En usted, querido señor Kappus, pienso a menudo, y con votos tan densos, que ello
habría de ayudarle de algún modo. Con frecuencia dudo que mis cartas puedan ser
realmente un auxilio. No diga usted: Sí, lo son". Acójalas con serenidad, sin prodigar su
gratitud, y aguardemos lo que quiera venir […]”
En Palabras del filósofo Carlos Javier González Serrano:
“¿Cómo llevar a cabo este escudriñarse? El poeta no sólo nos sugiere cómo, sino que además deja claro que ésta es una disposición a la que debe recurrir innumerables veces todo aquel que aspira a vivir y que, además, desea hacerlo como artista. Si bien en sus cartas Rilke se refiere a la labor de ser escritor y hacer poesía, estos principios son igual de aplicables a cualquier vocación encaminada al arte. El epistolario bien podría llamarse «Cartas al joven artista» o, incluso, «Cartas a la humanidad».”
Se podría decir que estas cartas no son solo para jóvenes poetas, sino mensajes profundos dirigidos a toda la humanidad, para que busquen aquello que les es menester en su propio entorno, en su interior. Después de todo, el propio Rilke sentenció:
“Deje que la vida obre a su antojo. Créame: tiene razón la vida. Siempre y, en cualquier caso.”
Eduardo.