Revisaba el portal web del diario El Nacional y me tropecé con un encabezado de Chelique Sarabia, el gran compositor de música venezolana había dejado de existir. De pronto escuché aquella línea de “Ansiedad” que tanto me había hecho burlarme de mi mismo, la primera vez que escuché la canción entendí “…y el ecuador mecido de este lamento…hace que estés presente…” Aunque varias veces escuché el fraseo de mi hermano Felipe cantar “…y el eco adormecido de este lamento… hace que estés presente…”. Nunca me atreví a contarle a él ni a nadie la referencia geográfica que le había dado a mi primera interpretación de esa letra, sabía que iba a pasar por lo menos una hora gastándome bromas El enjambre de imágenes de aquella época, de aquel país pronto galvanizaron en una noche, alrededor de las siete, por alguna razón no fuimos al cine y Felipe sintonizó en el porche una emisora caraqueña llamada Radio Capital, el fondo musical del programa resaltaba arpas, cuatros, maracas y pianos.
Siempre vi como un acto de magia que Felipe pudiera sintonizar en Cumanacoa una emisora de Caracas con un simple radio transistor del tamaño de su mano. Una voz femenina anunciaba el programa: “Venezuela Buenas Noches es una producción de Chelique Sarabia…” Estuve a punto de irme a mi habitación. Solo que el entusiasmo moderado del locutor, su conocimiento de la música, el entusiasmo de su voz al recorrer las aristas del folklore, esa emoción al expresar cada nombre de cada pueblo recóndito de las entrañas venezolanas, la integridad propia de quienes sienten cada detalle de los afectos decantar en canciones telúricas que ya entonces se sabía vivirían por siempre; todo eso me detuvo. Desde esa noche, siempre le recordaba a Felipe buscar ese programa radiofónico cada vez que por alguna razón no podíamos ir al cine, y de inmediato se le borraban los morros y los trocaba por la sonrisa más fantasmal mientras se zambullía debajo de la cama a buscar el radio transistor.
Había una historia instantánea que corría paralela a la clásica, se sentía una especie de sinceridad en los actos de las personas, la palabra de cada individuo estaba saturada y respaldada por hechos inmediatos. Cada vez que papá decía que no sabía a que hora iba a regresar, Felipe prometía que esa noche oiríamos “Venezuela Buenas Noches”, si el radio no tenía batería empezaba a cantar una canción, parecía sentir profundamente cada palabra que inconscientemente empecé a repetir la letra que memoricé hasta hoy: “Cuando no sé de ti…te quiero mucho más…porque en sueños te ví…mil lágrimas brotar..” A veces Felipe callaba y escondía su risa tras la mano derecha mientras yo continuaba con las próximas tres o cuatro palabras de la letra, entonces volteaba y lo miraba entre molesto y sorprendido. Para tratar de calmarme me decía que el autor de la letra de esa canción era el mismo tipo que animaba el programa radial, lo miraba con desconfianza y lo llamaba embustero.
Un mediodía sabatino escuché cuando Henry Altuve presentaba a Chelique Sarabia como “el insigne amigo que me sustituirá unas semanas en la conducción de ‘El Tiempo es Oro’”. De inmediato traje a Felipe a rastras de su habitación, me dijo que unos años atrás Chelique había tenido un programa televisivo llamado “Club Juvenil”, me dijo que allí había visto por primera vez a Cherry Navarro cantando “Orinoco Río Abajo” y a José Luis Rodríguez justo antes de empezar a cantar con la Billo’s Caracas Boys. Seguía viendo a Felipe con algo de desconfianza, aunque la manera como Altuve trataba a Chelique en la televisión empezaba a hacerme creer que estaba siendo desconsiderado con mi hermano. Entonces recordé que en uno de aquellos programas radiofónicos Chelique había presentado la canción “Chinita de Maracaibo” en la voz de Cherry Navarro, pensé por unos días que esa letra la había escrito Cherry, hasta que Felipe me hizo volver a dudar cuando me dijo que esa canción la había escrito Chelique.
Pasé varios días en los que casi no le hablaba a Felipe, hasta que encontré un cancionero en la última gaveta del escaparate, en el apartado de temas románticos aparecía “Cuando no se de ti” y en la sección de canciones venezolanas encontré a “Chinita de Maracaibo”, ambas tenían el mismo nombre al lado de la palabra autor. Cuando intenté disculparme con mi hermano era él quien no quería hablar conmigo, resentía mi falta de confianza y lamenté mucho haberme comportado de esa manera. Entonces una mañana dominical mientras escuchábamos el programa “Recordar es vivir..” anunciaron el tema “Me está doliendo el alma”, de inmediato le dije a Felipe que esa canción también la había escrito Chelique y me miró con desdén. “¿Estás seguro? Me parece que esa canción no es de Chelique”. Sentí que abrió la puerta del cuarto y registró todos los tramos del escaparate. Cuando Cherry Navarro casi terminaba la interpretación, Felipe llegó jadeando del cuarto.
“Sí, tienes razón, Chelique también compuso “Me está doliendo el alma”, disculpa hermano, no recordaba eso”. Eso ahora me hace recordar una conversación con Carlos Moreán sobre una discusión que tuvo con su Maestro Aldemaro Romero por haber tardado mucho en componer una canción para participar en un festival. Aldemaro Romero reclamaba que resultaba insólito que estuvieran a un mes del festival y Morean no había terminado de escribir la canción. Entonces se le ocurrió llamar a Chelique para que le diese una mano a Carlos y en pocos días tenían la canción completada. Todos estaban felices excepto porque Carlos decía que Chelique debía tener el crédito como compositor de la canción y este decía que de ninguna manera, que él solo había redondeado un gran trabajo cuyo único autor era Carlos Morean. Allí intervino Aldemaro para decir que estaba de acuerdo con Chelique, pero que Carlos debía ser más consecuente con su trabajo.
Muchas noches a las siete escucho la sugerente voz de aquella mujer que entonaba con pasión de serenata: “Venezuela…Buenas Noches” y me sumerjo hasta las proximidades de aquel porche diagonal al Centro de Salud de Cumanacoa donde recorríamos buena parte del jardín hasta sintonizar Radio Capital y distinguir la voz de Chelique descubriendo nuevas cadencias, armonías y tonalidades desde La Asunción, hasta San Tomé, hasta Caracas y Puerto La Cruz.
Alfonso L. Tusa C. 19 de febrero de 2022. ©