Todos en algún momento nos hemos decidido a rebajar unos kilos de nuestro peso corporal por lo que adoptamos medidas que casi siempre terminan en determinadas dietas; pero de ahí a padecer de un miedo terrible a la ingesta de los alimentos va una diferencia marcada.
Por muy raro que parezca, ese padecimiento existe y su nombre científico es la cibofobia. Se trata de un trastorno de ansiedad que provoca un miedo irracional a comer o a los alimentos en sí mismos. La característica principal que aparece con este trastorno alimentario es el deseo que presenta la persona que lo padece de evitar el estímulo que genera el malestar.
En la mayoría de los casos, las personas que sufren de cibofobia adoptan ciertas conductas que resultan perjudiciales pudiendo llegar a provocar graves problemas de salud. Algunas, evitan el consumo de alimentos que son fundamentales para adquirir los nutrientes necesarios al mantener una dieta equilibrada, mientras que otras, se rehúsan a consumir platos que han sido cocinados por personas ajenas, ya que desconocen el origen de los ingredientes y de su preparación.
Algunos de los comportamientos que pueden sugerir que una persona tiene cibofobia incluyen una obsesión anormal por leer las etiquetas de los alimentos o un rechazo rotundo a consumir ciertos comestibles. El riesgo potencial de contaminación puede evitar que los individuos coman alimentos perecederos como la mayonesa o el helado. Puede haber temor de que la comida no se cocine bien o de manera adecuada, lo que hace que la persona se niegue a alimentarse.
En ocasiones, los cibofóbicos experimentan miedo ante un posible atragantamiento haciendo que recurran a triturar la mayoría de los alimentos que ingieren, acompañándolo de una restricción de lo que comen y beben hasta el punto de presentar deficiencias nutricionales y problemas de salud que pueden ser graves.
Este padecimiento, puede hacer que quien lo sufre, sienta angustia, pérdida de concentración, desorientación y preocupación extrema. También se puede percibir taquicardias, opresión en el pecho, sudoración excesiva, mareos, temblores y escalofríos lo que se convierte en algo muy incómodo y angustiante para la persona enferma.
En la actualidad existen tratamientos para la cibofobia, aunque uno de los más utilizados es la terapia cognitivo conductual. Esta forma de terapia combina técnicas de la terapia cognitiva y de la terapia de conducta, y unas de las más empleadas para el tratamiento de las fobias son las técnicas de relajación y las técnicas de exposición. De hecho, la técnica por excelencia en el tratamiento de la cibofobia es la desensibilización cognitiva, que combina ambas y que no es más que enseñarle a la persona diferentes habilidades de afrontamiento como la relajación para que al enfrentarse a su miedo sepa cómo controlar la situación. En los casos más graves se suele combinar el consumo de diversos fármacos con dicha terapia psicológica, pero lo más importante es que la persona tenga la disposición de mejorar su padecimiento y la fortaleza para salir adelante y optimizarse gradualmente hasta la curación definitiva.
Todos en algún momento nos hemos decidido a rebajar unos kilos de nuestro peso corporal por lo que adoptamos medidas que casi siempre terminan en determinadas dietas; pero de ahí a padecer de un miedo terrible a la ingesta de los alimentos va una diferencia marcada.
Por muy raro que parezca, ese padecimiento existe y su nombre científico es la cibofobia. Se trata de un trastorno de ansiedad que provoca un miedo irracional a comer o a los alimentos en sí mismos. La característica principal que aparece con este trastorno alimentario es el deseo que presenta la persona que lo padece de evitar el estímulo que genera el malestar.
En la mayoría de los casos, las personas que sufren de cibofobia adoptan ciertas conductas que resultan perjudiciales pudiendo llegar a provocar graves problemas de salud. Algunas, evitan el consumo de alimentos que son fundamentales para adquirir los nutrientes necesarios al mantener una dieta equilibrada, mientras que otras, se rehúsan a consumir platos que han sido cocinados por personas ajenas, ya que desconocen el origen de los ingredientes y de su preparación.
Algunos de los comportamientos que pueden sugerir que una persona tiene cibofobia incluyen una obsesión anormal por leer las etiquetas de los alimentos o un rechazo rotundo a consumir ciertos comestibles. El riesgo potencial de contaminación puede evitar que los individuos coman alimentos perecederos como la mayonesa o el helado. Puede haber temor de que la comida no se cocine bien o de manera adecuada, lo que hace que la persona se niegue a alimentarse.
En ocasiones, los cibofóbicos experimentan miedo ante un posible atragantamiento haciendo que recurran a triturar la mayoría de los alimentos que ingieren, acompañándolo de una restricción de lo que comen y beben hasta el punto de presentar deficiencias nutricionales y problemas de salud que pueden ser graves.
Este padecimiento, puede hacer que quien lo sufre, sienta angustia, pérdida de concentración, desorientación y preocupación extrema. También se puede percibir taquicardias, opresión en el pecho, sudoración excesiva, mareos, temblores y escalofríos lo que se convierte en algo muy incómodo y angustiante para la persona enferma.
En la actualidad existen tratamientos para la cibofobia, aunque uno de los más utilizados es la terapia cognitivo conductual. Esta forma de terapia combina técnicas de la terapia cognitiva y de la terapia de conducta, y unas de las más empleadas para el tratamiento de las fobias son las técnicas de relajación y las técnicas de exposición. De hecho, la técnica por excelencia en el tratamiento de la cibofobia es la desensibilización cognitiva, que combina ambas y que no es más que enseñarle a la persona diferentes habilidades de afrontamiento como la relajación para que al enfrentarse a su miedo sepa cómo controlar la situación. En los casos más graves se suele combinar el consumo de diversos fármacos con dicha terapia psicológica, pero lo más importante es que la persona tenga la disposición de mejorar su padecimiento y la fortaleza para salir adelante y optimizarse gradualmente hasta la curación definitiva.