Había una vez hace siglos, en un pueblo del que no recuerdo el nombre, una joven muy poco agraciada, la mayor de 7 hermanas, que no encontraba esposo, ya que era considerada por todos, la más fea de toda su familia. Y así lo asumía ella.
En esa lejana época, el candidato que deseaba esposa entregaba nueve vacas al padre de la pretendida, a cambio de la mano de la futura esposa. Como esta señorita era poco favorecida naturalmente, su desarreglo, producto de lo que de ella se pensaba y decía, la afeaba aún más, con lo que le era imposible salir de ese círculo.
Los candidatos que por allí pasaban no daban ni dos vacas por ella, ante lo cual el padre no la entregaba en matrimonio. El mismo padre calculaba que le iba a ser muy difícil “ubicarla” bajo esas pretensiones. ¡Era el patito feo de la familia! Finalmente, llegó al pueblo un joven apuesto e inteligente que se acercó a la joven, y dijo a su padre que le entregaría 9 vacas por ella. Todo el pueblo quedó asombrado ante esta actitud tan distinta a la de los otros.
Grande fue la sorpresa para la mujer, su padre y todos los que hasta ese momento no habían sabido valorarla. Entonces, se casaron y fueron felices…
No, no termina ahí la historia. La joven, así revalorizada, sintió que alguien por fin había confiado en ella y había dado mucho más de lo que cualquiera, incluso su padre, hubiera arriesgado.
A partir de ese momento, su vida cambió radicalmente. Si bien no era un ideal de belleza, empezó a cuidar sus modales, su vestuario y se hizo más refinada. Amó a su esposo con toda su alma, trabajó con entusiasmo junto a él, le dio unos hermosos hijos. Y, especialmente, al cambiar la valoración sobre sí misma cambió también su auto-imagen, su actitud, sus esperanzas, su accionar y su “rendimiento” en todo sentido.
¿Qué tiene que ver esta historia de vacas con el liderazgo?
El joven del cuento fue un verdadero líder con una alta autoestima porque dejó de lado los prejuicios que querían contagiarle los demás acerca del valor de esa mujer. Tuvo agallas para desafiar los patrones impuestos, para no dejarse llevar por la corriente, para no sacar ventajas regateando el “precio” de su pretendida y, finalmente, ante la mirada descreída de todos los que juzgaban mala su inversión, llegó a mejor término que muchos otros que se refugiaron en la opinión de la mayoría.
Un líder sabe alinearse a sí mismo y accionar en pro de sus objetivos, sabe lo que quiere e instrumenta planes de acción para concretarlo (no se queda en el mero discurso). Y aquí entra a jugar el grupo: un líder alinea a los demás, para que alcancen sus estándares de excelencia, promovidos y apoyados por éste.
Hay gente que tiene una personalidad cuyo rasgo más sobresaliente es el liderazgo. Otros deben trabajar eficazmente para lograrlo. A medida que vayas accionando, si ves que las acciones que eliges, no dan resultado en un tiempo prudencial que fijarás con tu sentido común, cambialas por otras.
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La flexibilidad y estar abierto al cambio, disparadores del liderazgo
Si trabajas tu auto-confianza, autoestima y respetas tu dignidad, será más sencillo entrar al camino del liderazgo. Y ejercer el liderazgo, tambien implica motivar a quien te rodea. Eso, claro, cuando te auto-valores y te auto-motives.
Y para terminar, yo te pregunto: ¿Cuántas vacas le otorgas tú a tu familia, a tu pareja, a tus amigos, a tus compañeros de trabajo o lo que es más importante, a ti mismo?