Por Adriana Giannini
Para hablar de conversaciones, se puede empezar hablando de quiebres (situaciones que nos sacan del “piloto automático” con el que solemos funcionar)
El término quiebre proviene del Coaching Ontológico y alude a lo que se llama habitualmente problema. Un ejemplo: Vamos camino del trabajo por la autopista que tomamos siempre cuando de repente nos encontramos con una manifestación que nos corta el camino y la rutina habitual. Un quiebre es una situación inesperada que nos llama a la acción. Es, gracias a la acción, que volvemos a lo cotidiano.
Lo ideal es tomar acciones para hacernos cargo de las consecuencias del quiebre. En ese caso ,tomar una ruta alternativa para salir del atasco sería una acción posible.
Pero, a veces, hay un quiebre donde nos quedamos atascados y es allí, donde aparecen las conversaciones, como una conexión entre quiebres y acción.
Cuando quedamos atrapados frente al quiebre es útil explorar los diferentes tipos de conversaciones que siguen al quiebre. Según el tipo de conversación que tengamos nos daremos cuenta de si hemos caído en la inmovilidad o si nos “movemos” hacia una solución.
Las diferentes clases de conversaciones que pueden surgir, son:
1-Conversación de juicios personales
En este caso, solemos recurrir a la “conversación de juicios personales”. Un ejemplo: Me dirijo a una reunión en la empresa donde trabajo, y un auto pasa y me salpica con barro la ropa. Acto seguido, empiezo a pensar “por qué no habré ido por la acera de enfrente, así no me hubiera ocurrido o que si el conductor del auto se acercó demasiado y lo hizo a propósito”. Son todas explicaciones que me doy pero aún, no me mueven hacia la acción.
Generalmente, hacemos algo muy improductivo: emitimos juicios que busquen culpables. “Siempre me pasa lo mismo. Soy incapaz de hacer algo bien”. “Qué mala suerte tengo”. Y lo peor es que esa cadena de juicios llegue a hacerme sentir incapaz. Nada más lejos de la acción.
2-Conversación para la coordinación de acciones
Hay otras maneras de hacerse cargo de los quiebres y superarlos. La conversación que apunta a revertir el quiebre es la “conversación para la coordinación de acciones”.
Pero ¿cómo se hace para generar acciones que cambien el curso de los acontecimientos que nos afectan negativamente? Primero hay que saber que para responder a un quiebre, existen el pedido. Cuando se nos presenta un quiebre es muy efectivo pedir ayuda.
Hay personas que en razón de las experiencias vividas, son incapaces de pedir algo. Alguna vez lo rechazaron e ignoraron su necesidad, por lo cual su carácter se forjó pensando que todo debía hacerlo solo, sin pedir ni esperar nada de nadie. Algunos piensan que si piden ayuda para superar una situación se mostrarán débiles ante los demás. Y no pueden “permitirse” dar esa imagen. Pero para generar una conversación, también, hay que pedir.
3-Conversación para posibles acciones
Cuando no se sabe qué acciones tomar frente a un quiebre, entonces es el momento de usar esta conversación. Explorar acciones posibles y comprometerse con ponerlas en acción es la diferencia clave con la conversación de juicios personales.
Lo que se percibe, dentro del panorama de esta conversación, es el deseo de cambiar el estado de las cosas. Es una conversación de “qué hacer” y no de “por qué ocurrió esto”.
4-Conversaciones para posibles conversaciones
A veces, ocurre que juzgamos que no podemos sostener una conversación con alguien porque la relación esta rota o se torna muy difícil comunicarse. En ese caso, la opción es abrir una conversación sobre el tema del que creemos que no hay posibilidad de dialogar, por el momento.
Un ejemplo: “Tengo el juicio de que mi subalterno no está manejando nuestro proyecto de modo efectivo pero cada vez que intento hablarle sobre el tema, reacciona defensivamente e impide una conversación efectiva”.
Esta situación se repite a menudo con la familia, la pareja los hijos, el entorno laboral o los amigos. Cuando distinguimos este escenario, podemos acercarnos a nuestro interlocutor y pedirle una conversación para posibles conversaciones.
Se podría decir, por ejemplo: “Hay algo que me preocupa, que nos concierne a ambos y me gustaría que lo conversáramos sin estar a la defensiva, que tomáramos nuestro turno para hablar y nos escucháramos mutuamente, con respeto”.
Habrá que analizar si nuestro estado de ánimo impide que la gente acceda a conversar. En este tipo de conversaciones, el estado de ánimo de quien propone, no deberá ser amenazante. Porque si es así, el otro se pondrá a la defensiva reforzando así, la relación conflictiva que se pretende disolver.
La “conversación para posibles conversaciones” exige normalmente colocarse desde la emocionalidad del respeto mutuo.
“Se ha reconocido que el lenguaje tiene un papel activo y generativo. Es lo que llamamos el poder transformador de la palabra... A través de él generamos nuevos objetos y productos, transformamos el mundo, abrimos o cerramos posibilidades y construimos futuros diferentes". Rafael Echeverría, Ontología del Lenguaje
Cómo participar de una conversación productiva
Escucha de verdad para tomar el pulso de la relación.
Asume la responsabilidad de tus emociones y expresa tu mensaje de forma clara y precisa.
Demuestra tu argumento claro, resumido y sencillo de comprender.
Haz preguntas y mantente dispuesto y abierto a escuchar respuestas.
Presta tanta atención a las emociones como a las intenciones.
Deja espacio para el silencio: esto permite que las cosas se asimilen, que nuevas ideas surjan y les da a todos una oportunidad de participar.
Aprende a decir “no” de una manera que no sea ofensiva.
Anímate a decir “Me equivoqué. Lo siento.”
No escatimes elogios cuando son merecidos aunque alejados de “peros” que los invalidan.
No dejes nunca inconclusa una conversación.
Pregúntate: ¿Cuál ha sido tu experiencia en conversaciones eficaces e ineficaces? ¿Qué hiciste en otra oportunidad para que te haya funcionado? Y, repítelo ahora.