El Profeta Provoleta.
Cierta tarde de otoño, El Profeta Provoleta –también llamado El Maestro Mayor de Obras Cumbres- se hallaba, obviamente, en la cumbre de un cerro: el Mahorí, situado en las inmediaciones del Monte Afruj Lir, más conocido como “Monte de las especias”. Se encontraba el Profeta meditando, cerrados sus ojos, su rostro apuntando al cielo, (aun a riesgo de ser blanco de alguna paloma con diarrea) , por momentos en posición de loto, por momentos en posición de quini 6, para evitar acalambrarse. Hasta allí ascendió uno de sus discípulos: Jofrué -tambien llamado “el incontinente” - con la intención de hacerle al Maestro una consulta y esta fué la interesante conversación que mantuvieron:
- ¡Maestro!...
- ¿Quien vive?
- Soy yo... Jofrué!
- ¿Que Jofrué?
- Jofrué, Maestro… su discípulo favorito!
- ¿Porque osas interrumpir mi sagrado momento de meditación, Jofrué? –ofuscóse el Profeta.
- Es que me asalta una duda, Maestro. Estoy muy preocupado...
- ¿Y con eso que? A mi ya me asaltaron tres veces en lo que va del año y aquí me ves: en el punto más elevado de este bendito paisaje... eliminando vanos pensamientos de rencor hacia los que me dañaron! ...
- Desconsiderado soy, Maestro, lo sé... pero es que necesito respuestas. Mi mente es una confusión toda!
- No te puedo atender, ahora. Vuelve más tarde, cuando el ocaso reine...
- Es que no puede esperar. Mi tiempo se agota…
- Y a mí me agota perder el tiempo con un infeliz, hijo mío. Regresa a tu morada, únete a los tuyos, bebe abundante buen vino y cuando la luz del sol agonice, regresarás por el mismo camino que hasta aquí te condujo, para entonces estaré listo y podré escucharte...
- Pero es que a esa hora ya no se ve un elefante, Maestro! Y encima chupau, ¡imagínese!
- Deja que tu espíritu te guíe!
- Débil es mi espíritu, Maestro! Tú que con tu sabiduría pretendes engrandecerme y yo, pusilánime criatura, incapaz de corresponderte con buenos actos.
- ¿Acaso has pecado?
- ¡Es lo que necesito saber, Maestro!
- Cuéntame!
- No, pensándolo bien quizás usted tenga razón, mejor regreso mas tarde –responde Jofrué volviendo sobre sus pasos.
- Jofruéee....detente!
- ....
- Ya has interrumpido mi ritual... ahora cuéntame que es lo que te atormenta, debe ser algo muy grave como para que hayas dudado en hablar!
- Maestro...
- Te escucho…
- ¿Recuerda usted a Eliana?
- Eliana, si, la mujer del convento. ¿Qué hay con ella?
- Pues...que estábamos charlando a orillas del lago ayer por la tarde mientras ella lavaba sus ropas y mi instinto traicionero.... me impulsó a robarle un beso, Maestro! Jamás me había ocurrido algo así con una mujer!
- Entiendo...
- Antes me pasaba solamente con los hombres…
- Ahora no entiendo...
- Claro, para mi era normal con los hombres pero...¡con una mujer! Jamás lo hubiese siquiera imaginado!
- Estás en un serio problema, muchacho!
- Eso parece, no?
- Si, al parecer sufres una especie de disfunción que no te permite discriminar el objeto hacia el cual tu deseo va dirigido, ¿entiendes?
- No...
- Yo tampoco, pero que bien suena, ¿no? No importa, ahora escúchame con atención. En este monte crece un árbol muy hermoso, seguramente lo has visto cada vez que ibas a recoger la leña. Es muy alto, el más alto de su especie. Lo reconocerás porque sus ramas son las más gruesas y en su tronco anidan hongos de diferentes tipos, muchos de ellos alucinógenos que son los que yo utilizo para acercarme al Todopoderoso.
- Falopero el viejo….
- ¿Decías?
- No, nada, Maestro, solo pensaba en cuanto lo quiero...
- Bien...hay una especie de hongo de color azulado que crece en el tronco de ese árbol. Recoge uno, llévalo a tu casa y ponlo a hervir diez minutos. Luego lo sirves en una fuente, le agregas aceite, sal y un chorrito de limón. Verás que delicioso!
- Bien y eso...¿ que efecto me producirá? ¿Me ayudará a resolver mi problema?
- ¿Qué problema?
- ¡El mío, Maestro! Lo que le conté de mi experiencia con Eliana!
- Oh, Eliana, si! Buenas tetas, ¿no? Cuéntame con mas detalles, hijo!
- Es necesario, Maestro?
- Claro que es necesario! ¿Como pretendes que te ayude si no me cuentas?
- ¡Pensé que lo del hongo era algo que usted me sugería para ayudarme a orientar mis deseos!
- No, hijo, que va! Lo del hongo es una receta afrodisíaca que te he dado para que se la hagas probar a Eliana. Ya verás –se entusiasma El Profeta- ¡no falla! ¡Te pedirá que la humilles en la cama! ¡Ese hongo hace maravillas, realmente! ¡Transforma a las mujeres más vergonzosas en voraces ninfómanas!
- Maestro, creo que estoy aún más confundido que al principio...
- Es normal pero recuerda que de la confusión surge la sabiduría asi como de la oscuridad surge la luz...
- Entonces, ¿que debo hacer, Maestro?
- Disfruta, deja que el deseo fluya. No lo reprimas. Haz el bien sin mirar a quien.
- ¿Asi sea hombre o mujer?
- Toma el ejemplo de Marcos “el guerrero”!
- ¿Qué es lo que él hacía, Maestro?
- ¡Le daba lo mismo cualquier agujero!
Y dicho esto, el Profeta volvió a cerrar sus ojos, apuntó su rostro al cielo y no volvió a pronunciar palabra. Afortunadamente…
Jofrué regresó con los suyos, no sin antes detenerse a mitad de camino a recoger unos honguitos.
FIN