A casi todos nos han asustado de pequeños con que nos llevaría el misterioso "viejo de la bolsa" si andábamos solos. ¿Si te dijera que el viejo de la bolsa fue un personaje real? ¿Seguirías esa costumbre de decirle a los niños "el viejo de la bolsa te llevará"? Creo que no. Es que la leyenda del viejo de la bolsa nace de un personaje real, precisamente un asesino en serie pederasta, sádico, masoquista y caníbal. Está bien que cuides a tus niños y les aconsejes no andar solos por la calle. También es bueno empezar a hablarles de que existen las personas malas. Pero luego de conocer esta tétrica historia, dejarás de ver al famoso viejo de la bolsa como un personaje simpático.
De joven rebelde a viejo "amable y ejemplar"
Se llamaba Albert Howard Fish, nació en Washington DC en 1870. Tuvo una dura infancia marcada por la pobreza y la orfandad. Perdió a su papá a los 5 años, y durante su adolescencia practicó la prostitución homosexual para sobrevivir. Tuvo los primeros síntomas de crueldad desde muy joven. Disfrutaba haciendo daño a los animales, pero con el tiempo esto le empezó a aburrir. Deseaba ver y complacerse del sufrimiento de personas humanas. Llegaría a cometer actos tan aberrantes e indescriptibles que, la última vez que fue detenido por la policía, sería sentenciado a muerte.
"El viejo de la bolsa" aprendió a domar su carácter para parecer bueno
Tuvo problemas tempranos con la ley, debido a delitos menores. Esto nos lleva a confirmar que el asesinato en serie siempre empieza escalando desde delitos de menor gravedad a crímenes cada vez más osados. Pero esta intrincada experiencia repercutiría en su vida de tal manera que se volvería un aprendizaje. Con el tiempo, Albert fue puliendo su temperamento, actitudes y maneras hasta perfeccionar su disfraz. Llegaría a convertirse en un "noble viejito": un ciudadano de aspecto ejemplar. Se casó y tuvo 6 hijos a los que castigaba con mucha frecuencia. Por tal motivo, su esposa lo abandonaría después de un tiempo.
Masoquismo, cultos sexuales y banquetes de carne humana
Luego de cumplir 40 años de edad, en 1910, comenzaron a desaparecer niños de las calles de Nueva York. Albert era adicto al dolor: practicaba el masoquismo enterrándose agujas en las ingles. Esto lo hacía, según su propia confesión, para conseguir el "perdón por sus pecados".
Radiografía de la pelvis postmortem, en donde se ven las agujas incrustadas en su carne
Una de sus macabras costumbres era comerse a los niños que secuestraba. Ya sea por placer, crueldad, o por puro fetichismo sexual, Albert engullía a sus víctimas a pedazos, y se sentía orgulloso de poder contarlo. Así lo hizo a través de una misteriosa carta que escribió a la madre de una de sus víctimas, hecho que terminó con su impunidad.
Engaños, promesas e historias falsas: sus depravados métodos de captación
Vayamos más atrás en el tiempo. En 1910 el asesino se cobró su primera víctima, según él mismo relataría durante el posterior interrogatorio policial. Ocurrió en la ciudad de Wilmington, un niño llamado Thomas Bedden desapareció sin dejar rastro. En 1919 Fish asesinó a un joven discapacitado en Georgetown. En 1924 acechó durante días y luego estranguló a Francis McDonnell, un niño de 8 años, en la ciudad de Staten Island. En 1927 Fish fue a una plaza en Brooklyn y secuestró a Billy Gaffney, un niño de 6 años. Este pequeño se encontraba junto a su primo de 3 años, y desaparecieron los dos juntos, siendo este último encontrado en un tejado. El pequeño que sobrevivió diría a la policía que "the boogie man" ("el hombre de la bolsa") se llevó a su primo.
Billy Gaffney
En 1928 -época de la gran depresión- la familia Budd, compuesta por un matrimonio y cinco hermanos, luchaba por salir adelante. El padre se dedicaba al cargamento, y su madre era ama de casa. Los dos hermanos mayores pusieron un aviso en el periódico ofreciendo sus servicios, para así ayudar en la familia. Una tarde recibieron la visita de un ancianito que decía ser dueño de una granja en las afueras de la ciudad y estaba dispuesto a contratar a los hermanos para realizar los trabajos en su finca.
La familia Budd antes del secuestro de su hija Grace
Traía regalitos para los niños: dulces, dinero, y además se ganaba su aprecio con juegos y astutas artimañas de dulce ancianito. Tanto los niños como sus padres quedaron encantados con aquel anciano tan amable, y cuando éste le ofreció llevar a la pequeña Grace, la menor de los hermanos, al "cumpleaños de su nieta", le dieron permiso. Fue un trágico error. El ancianito se la llevó y no volverían a tener noticias de su pequeña Grace. Nunca aparecieron los cuerpos de sus víctimas.
La pequeña Gracie Budd, de tan sólo 10 años.
La idea brillante del detective que haría caer al asesino
Tras seis años de investigación, el detective William King, quien había sido asignado a los casos de las desapariciones, no se rendía. Había trabajado incansablemente atando cabos para resolver los casos de las desapariciones, hasta que ideó una trampa genial para sacar a la luz al asesino. El pueblo entero en aquellos días estaba atemorizado y en duelo por las pérdidas. Pero King, basándose en estudios de la perversión psicópata, sabía que los asesinos alimentan su narcisismo con el temor de la gente. Entonces le pidió a un periodista amigo que publicara en el diario de mayor circulación una noticia falsa, en la que se anunciaba que el caso de Gracie Budd estaba a punto de resolverse. A los pocos días de esta publicación, llegaría una carta a la casa de los Budd, de parte del asesino, desesperado por demostrar que la policía no había ganado la batalla. Los asesinos psicópatas no pueden soportar perder terreno contra los detectives.
La carta estaba dirigida a la madre, y firmado con el nombre falso que había utilizado hace seis años cuando se presentó en su casa. En ella se relataban pormenores escabrosos de cómo había asesinado a Grace y se la había comido a pedacitos. La familia escandalizada acudió al detective King, quien comenzó a investigar la caligrafía de la carta y el material utilizado. King encontró una marca de agua en el papel, correspondiente al sello de la asociación de choferes de ferrocarriles de Nueva York. El papel que el asesino utilizó provenía de ese lugar. La policía interrogó al personal buscando a todos los que habían retirado papeles de la oficina. Un joven confesó haber retirado papeles para enviar unas cartas. En su confesión, relató que había dejado papeles de esta oficina en un departamento del que luego de mudó.
Tras años de impunidad, la captura
La policía sólo tuvo que ir hasta ese departamento. La casera reconocía las características descritas por la policía, y les dio el verdadero nombre del asesino: Albert H. Fish. No lo encontraron en el apartamento, se había mudado hacía dos días. Pero cada mes, Albert recibía una carta de uno de sus hijos enviándole dinero, y la policía esperó pacientemente la llegada de la próxima entrega.
El asesino siendo trasladado por la policía luego de su detención
En 1934, llegó la carta, y la policía capturó por fin al asesino. En el momento del interrogatorio, Albert, reconociéndose derrotado, confesó sus atroces actos con lujo de detalles. Reveló sus métodos de captación, el incierto número de víctimas (alrededor de 100) y los sitios donde escondió los restos.
La pesquisa de la policía en el lugar del asesinato de Gracie.
Finalmente, el asesino confesó los secuestros, violaciones, asesinatos y actos de canibalismo que había cometido. Se puso un punto final a su larga vida criminal. El juicio contra él duró tan sólo 10 días para que el jurado de su veredicto. Sin embargo, su abogado utilizó la demencia como defensa. Albert incluso alegó durante el juicio haber escuchado la "voz de Dios" que le ordenaba cometer estos actos. El jurado lo halló culpable y fue sentenciado a muerte, en 1936. Los familiares por fin suspiraron aliviados, tras años de pedir justicia.
Sentenciado a la silla eléctrica, en 1936
Las últimas palabras de Albert Fish, "el viejo de la bolsa" sádico, psicópata y masoquista, fueron las siguientes: "qué emoción será si tengo que morir en la silla eléctrica. Será la emoción suprema. La única que no he probado"
Ahora que conoces esta historia, ¿te atreverías a asustar a tus hijos o sobrinos con "el viejo de la bolsa"? Yo te recomiendo que no lo hagas, podrías despertar algún fantasma.
Fuente: aminoapps.com