Emitiré en prosa cuestiones existenciales que salen desde lo más profundo de mi interior, sin ánimos de cumplir con algún formato o formalidad necesarios. Así que sepan entender las irregularidades que pueda tener este texto, que un 90% se produjo desde mis entrañas.
Hoy es un día cualquiera del mes de febrero, y para contextualizar un poco más la situación, me voy a limitar a informarles que soy un hombre de mediana edad de una ciudad con mentalidad pueblerina.
La Angustia
Siento en este momento que no debo dejar pasar la sensación de angustia extrema que suelo tener, ya que ahí hay información, pero de manera sensitiva, sin la necesidad de intelectualizarla.
Si bien un momento de hastío es algo desagradable, hay que tener en cuenta que es sólo eso: un momento. Es una nube pasajera que se va, como –supuestamente- el hambre atroz que uno suele tener, y que se diluye cuando uno se retira de la mesa.
Por momentos siento mucha resignación, mucha frustración y mi mente ciertamente coquetea con lo que en el lunfardo denominamos "pegarse un corchazo".
No hay que tener vergüenza de los pensamientos extremos, son necesarios identificarlos y ver qué hacemos con ellos, o qué no. Sería mucho más dañino crear un rol forzado de un personaje satisfecho en un mundo líquido y superficial que reclama ciertos tipos de creencia y de imagen, para tener sentido de pertenencia.
Y quizás allí anida el desafío más grande para afrontar un cambio. Un cambio en esta sociedad conlleva dolor y un estilo de vida donde tus seres más cercanos sólo van a seguir allí, por un amor irracional, y no por una cuestión ideológica.
Los conceptos hegemónicos de esta sociedad para ser parte de ella son sutilmente agresivos, pasando por el culto al cuerpo, a la productividad, a la eterna juventud y al comportamiento en serie como sutil algoritmo de los grandes medios virtuales para su beneficio, entre otros largos etcéteras.
Hoy no me extenderé mucho más, seguramente tengo muchísimo más que aportar, o que alargar en catártico egoísmo.
He aquí hoy yo, reaccionando antes los cánones culturales, aunque con la intención de que alguien me lea, porque al fin y al cabo nadie escapa de la necesidad de ser presumido, por más que lo tapemos de una actitud reaccionaria y progresista. ¡A no mentirse por un rato! Buenas noches.