Por Adriana Giannini
Cuentan las crónicas que, para celebrar el día de la expiación de todas las culpas y pecados, los antiguos judíos elegían a un animal (chivo macho) para sacrificar en honor a Yahvé. El chivo al que se nombraba como Azazel era el depositario de todos los males puesto que el rabino vestido de blanco pureza, ponía sus manos sobre él, y le transfería simbólicamente toda la culpa del pueblo. Luego el pobre animal era llevado al desierto donde lo apedreaban y abandonaban a su destino. Esa muerte, ese sacrificio, se suponía que limpiaba el pecado del pueblo.
Qué significa hoy ser un chivo expiatorio
Se trata de designar a un único individuo para que cargue con las culpas de algo sucedido en un grupo, cuando la responsabilidad debería recaer sobre el responsable directo o el grupo total. Suele ocurrir que la persona sobre la que recae la culpa es inocente y no ha participado en nada de lo que se lo acusa.
Si eres el chivo expiatorio de tu familia, seguramente perteneces a una familia disfuncional que es aquella donde casi nada marcha bien: los roles están cambiados, los hijos hacen de padres, los padres de hijos o algún hijo cumple el rol de la pareja que no está a la altura de las circunstancias.
Esta confusión de roles, la inmadurez e incapacidad paternas y el narcisismo extremo de alguno de los progenitores o de ambos, dan lugar a un sistema de relaciones insano que deposita en un miembro, a menudo el más sensible, todas las culpas.
Una transferencia de responsabilidad
La familia, de manera consciente o inconsciente, transfiere una mochila de dificultades, conflictos, emociones negativas, culpas y responsabilidades a una sola persona de la familia, que cumple las condiciones requeridas a tal fin. Esta proyección de errores, culpa, vergüenza e incapacidad que presenta la familia como sistema y los miembros como individuos, se traslada al nominado, al estilo de Gran Hermano, pero con la diferencia de que el elegido en ese programa era expulsado de la casa, mientras que en el caso del chivo expiatorio, se queda a veces, para siempre en la casa paterna, con el fin de sostener todos los males emocionales y mentales que esa familia “arrastra”.
Generalmente, ese chivo expiatorio hace las veces de “fusible” para que la precaria organización familiar no estalle y se rompa en mil pedazos. Sin embargo, el papel del chivo es tan ingrato, que sus padres y hermanos en lugar de estarle agradecidos por su función clave de sostén para que los responsables no afronten sus obligaciones, no solo no se lo agradecen, sino que, por el contrario, lo señalan como el problemático y origen de todos los males.
El chivo expiatorio no se da cuenta hasta ya mayor, cómo ha crecido y de qué manera ha sido explotado por su entorno, por sus seres queridos, en pro de ese funcionamiento familiar que nació torcido. No comprende hasta ya muy crecido y después de muchos fracasos, bloqueos, trastornos de ansiedad, depresión, visitas a psiquiatras, parejas rotas y sueños incumplidos, lo fuerte y resiliente que ha sido para sobrevivir a tamaña injusticia. Se ha cargado al hombro todos los males de la familia, igual que el chivo expiatorio del ritual que se contaba al principio.
Pesada carga que al día de hoy no lo deja liberarse de muchos complejos y culpas “prestados” pero que ha tenido que asumir como propios para poder encajar en el rol asignado por su familia.
Abuso psíquico e, incluso, físico sufren estos niños designados como chivos expiatorios, aunque tarde lo comprenden porque les cuesta entender que su propia familia funciona mal y los ha colocado en ese lugar de dolor para seguir sobreviviendo.
Perfil del “nominado”
Al contrario de lo que muchos piensan, el chivo expiatorio no es el más débil de la familia. Al contrario, es un niño que se despega del resto, altruista, inteligente, empático, perceptivo, que escucha y quiere ayudar a resolver los problemas de sus padres y sus hermanos. También es agudo en sus observaciones y reflexiones, y genera celos y envidias en el líder de la familia ya que este niño tiene altas dotes de liderazgo. Le gusta decir la verdad y mostrarse sin caretas, situación que muchos disfuncionales no aceptan.
Como este niño se da cuenta de quien es el “tóxico” de la familia que interrumpe la armonía, es mirado con recelo por quien quiere manipular. El que no funciona bien (padre, madre o hermano mayor) se ve descubierto por este niño tan especial y, finalmente, las culpas de todo son trasladadas a quien, indudablemente, las soporta y puede hacerlo. De todos modos, a pesar de su inmensa fortaleza, su aparato psíquico se resiente y pierde hermosas etapas de su vida por ayudar a vivir a otros.
Para saber si cumpliste o cumples ese rol, te sugiero este ejercicio para que vayas auto diagnosticando qué posición ocupas.
Auto test: ¿Soy el chivo expiatorio?
Responde a estas preguntas, con sinceridad. Para ello, recuerda cómo te trataban de niño y qué lugar ocupas ahora en tu familia de origen y en la vida
1. ¿Sientes que tu familia siempre te culpa, y no sabes qué has hecho de malo?
2. ¿Se te exige más que a otros miembros de la familia?
3. ¿Te sientes invisible cuando se trata de afecto o de disfrutar?
4. ¿Te regañan demasiado o uno de tus padres se “ensaña” contigo?
5. ¿Alguno de tus padres o ambos, te usan de paño de lágrimas?
6. ¿Te trataban como adulto cuando eras todavía un niño o un joven?
7. ¿Te decían que había algo malo en ti y que, si no fuera por eso, la familia funcionaría bien?
Si has contestado positivamente a al menos 4 de estas preguntas, seguramente te han colgado esa etiqueta y, quizá, la sigas llevando. Es hora de quitártela y encontrar tu verdadera identidad y tu merecido lugar, en la familia o fuera de ella, aunque tengas que poner miles de kilómetros de distancia emocional y hasta, física.