"Los grandes ganadores (en las elecciones en Holanda) son el PVV y el NSC. Tras 13 años, nos conviene un papel diferente”, señaló la liberal de derechas, Dilan Yeşilgöz, que no quiere participar en un gobierno holandés con el Partido por la Libertad, por ello, se abre a apoyar un pacto con Nuevo Contrato Social (NCS) y PVV.
Holanda: Dilan Yeşilgöz no quiere gobernar con Geert Wilders
La conservadora del partido VVD descartó administrar el país con el ultraderechista del PVV
Tras una gobernanza ininterrumpida de la derecha liberal durante más de una década, los Países Bajos han sido testigos de un cambio político significativo con la reciente victoria de la extrema derecha en las elecciones holandesas. Durante 13 años, coaliciones de la derecha liberal tradicional han liderado el país, manteniendo una estabilidad envidiable en Europa a pesar de enfrentar diversas crisis. Sin embargo, este tiempo de estabilidad ocultaba problemas internos cada vez más evidentes.
Las políticas económicas arraigadas en el liberalismo clásico han dado lugar a un constante deterioro de los servicios públicos y a una crisis habitacional sin precedentes en Holanda
La privatización y la liberalización, especialmente en los sectores de vivienda y salud, han llevado a un escenario donde los servicios esenciales se han visto debilitados, generando una creciente insatisfacción entre la población holandesa
El descontento generalizado impulsó la convocatoria de elecciones. En la campaña se situó la migración como el punto central del debate, siguiendo la estrategia que otros partidos de centro en Europa han adoptado, tanto de izquierda como de derecha. La migración se convirtió en la excusa para abordar problemas fundamentales como vivienda, educación, salud y transporte público. Sin embargo, la solución propuesta ha sido simplista: culpar a los migrantes por los problemas existentes, argumentando que representan una carga para el sistema de asistencia social.
La realidad detrás de esta narrativa simplificada es que migrantes de diversas generaciones en Holanda desempeñan roles esenciales en la economía, ocupando trabajos que otros no desean, como repartidores a domicilio o trabajadores agrícolas, con salarios mínimos. Esta división del trabajo está racializada, con claras disparidades en los sectores laborales. Los problemas estructurales radican en la privatización, la falta de salarios dignos para trabajos esenciales y la subestimación de los roles de cuidado en la sociedad.
Los problemas actuales en los Países Bajos no pueden ser resueltos cerrando mezquitas o restringiendo la migración. Requieren inversiones públicas sustanciales y un aumento en los salarios de aquellos trabajos cruciales que mantienen el estado de bienestar holandés. La solución no es regresar a un pasado utópico de homogeneidad, sino construir desde la diversidad, promoviendo la cooperación y la solidaridad entre todos los sectores de la sociedad.
La victoria de la extrema derecha en estas elecciones holandesas plantea desafíos significativos y sugiere un cambio drástico en el enfoque político y social de los Países Bajos, cuestionando la estabilidad tradicional y dejando en evidencia la necesidad urgente de abordar las desigualdades sistémicas que persisten en la sociedad.