El trabajo del conjunto folclórico de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (AFDD) ha ubicado en el mundo el drama de aquellas mujeres con sus seres queridos secuestrados bajo la dictadura de Pinochet, utilizando la cueca y una puesta en escena de extrema austeridad como instrumento de agitación de la memoria. La siguiente es la historia de ese solitario nombre, desde su génesis hasta su cultivo actual, tan urgente, desolado y conmovedor como en sus inicios.
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No había modo de imaginar que el austero acto con el que, el 8 de marzo de 1978, debutó en vivo el conjunto folclórico de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos, dejaría una marca tan profunda y de tan extenso alcance geográfico para la cultura chilena reciente. Allí, sobre el escenario del Teatro Caupolicán, en un acto conmemorativo del Día Internacional de la Mujer, se mostró por primera vez un baile de «cueca sola», un concepto artístico acogido y explicado por un país entonces bajo dictadura que combinó códigos de la creación popular y la denuncia. Su síntesis, austeridad y carga dramática produjo un alto impacto, y no sólo en Chile. Fue primero, un canto. Ése era el título de una composición de Gala Torres que introdujo en la estructura de la cueca una letra de lamento y denuncia como nunca antes se había hecho hasta entonces.
Cueca Sola, Los siguientes son los versos de esa composición pionera
La carga de denuncia de su canto exigía un baile y una disposición corporal diferentes a los habituales en la cueca. Así, la agrupación folclórica de la A.F.D.D. puso al frente a una de sus integrantes, Gabriela Bravo, a seguir el esquema tradicional de la cueca con una distinción crucial: la mujer no tenía con quién bailarla. La foto sobre su pecho era la imagen de un marido detenido y hecho desaparecer por los organismos de represión de la Junta Militar en el poder —en su caso, el médico Carlos Lorca—, y ante cuyo recuerdo la mujer agitaba su pañuelo desde una visible desolación.
La cueca ya no era un esquema de conquista y celebración entre dos participantes animosos, sino que la escenificación de una tristeza insoportable. El canto y el baile se levantaban como instrumento de denuncia, pero no como proclama vociferante sino desde una austeridad conmovedora, capaz de transmitirles de inmediato su mensaje, sin necesidad de explicaciones ni discursos, a audiencias de Chile y el extranjero.
«No recuerdo otra manifestación artística similar», destaca Karoline Babic, alemana, quien con su tesis In Memoriam, de bailar para resistir, bailar para recordar obtuvo su título de doctora en el Centro de Estudios para América Latina y el Caribe de la Universidad de Albany, Estados Unidos: «Me sorprende su función social, que es muy importante, pues ayuda a recordar un periodo muy terrible. He visto gente que las ve cantar y bailar y se pone a llorar, porque tiene una tremenda fuerza evocativa, y eso ocurre porque refleja muy bien el quiebre personal de los familiares de detenidos desaparecidos. Habla de un pasado feliz que pronto se rompe y se convierte en un presente-futuro lleno de incertidumbre y angustia», En la investigación internacional también destaca el documental La cueca sola, (2003), de producción canadiense.
Para las mujeres involucradas en el conjunto folclórico de la A.F.D.D., la música ha sido, también, un modo de acompañar sucesivas etapas de su pena, temor, indignación y frustración por la impunidad en la que persisten muchos de los culpables de aquellos secuestros que les cambiaron la vida, hace más de cuarenta años. En parte por eso, el conjunto sigue activo, y ha persistido en el tiempo, por sobre los cambios políticos, las investigaciones y exhumaciones, y hasta la muerte de varias integrantes. La música del conjunto folclórico de la AFDD ha quedado hasta ahora registrada en los casetes Canto esperanza (1999, Alerce).
Su conformación actual es pequeña, pero persiste en ensayos semanales —asesorados por Pedro Salas como director musical—, y esporádicas presentaciones. Cada uno de sus recitales está vinculado a una deuda nacional que no acomoda escuchar en reuniones de poder ni de celebración; pero que sigue ahí, latiendo, precisamente para impedir que la memoria se acomode e ignore la impunidad no resuelta.
Denuncia y acogida de la Cueca Sola
Gabriela Zúñiga integrante de la AFDD, ha seguido desde lo más íntimo de la agrupación el nacimiento, desarrollo y continuidad del conjunto folclórico. Sus recuerdos y opiniones son los de quien vio en amigas y compañeras suyas el efecto de un canto con la doble misión de la denuncia y la sanación.
«Muchos de los efectos de la música del conjunto se fueron dando sin que nosotros tuviéramos siquiera conciencia del impacto que producían. Cuando partió, en plena Dictadura - 1978, no teníamos cómo saberlo. Tampoco tuvimos conciencia de que las primeras mujeres en salir a la calle a protestar bajo dictadura fuimos nosotras. Ni de que nuestra idea de encadenarnos al ex Congreso iba a ser una fase histórica de los movimientos sociales en Chile. En general, las cosas que hemos hecho nunca han sido desde la perspectiva de la perpetuidad. Lo hacíamos porque era un momento crítico, porque lo necesitábamos. Porque a nosotros nos decían que los detenidos desaparecidos no existían».
—Esa trístemente célebre expresión periodística de «las presuntas víctimas…». RESP: Ni siquiera. Fíjate que ésa fue una etapa superior de nuestra lucha. Lo primero fue la negación. Lo que nosotros encontrábamos en los primeros meses fue una barrera que nos decía: «No». No había siquiera un concepto para lo que nos sucedía en ese momento. Nos decían: «Busquen mejor, no sabemos nada». Eso de «se debe haber ido con otra mujer» era una frase clásica que tuvimos que escuchar decenas de veces. Entonces nuestras primeras actividades tuvieron que ver con buscar el modo de minimizar el impacto que nos significaba la idea de que nuestros hombres no iban a volver. Ahí surgió la idea de un conjunto folclórico. Ésa fue la génesis.
—¿Qué recuerdas de esa primera formación del grupo? RESP: Ese grupo estaba compuesto por, como decimos nosotros, una gran cantidad de viejas [sonríe]. La finalidad no era hacer folclore por el puro gusto ni asombrar a nadie por la alta calidad del canto. La idea siempre fue hacer denuncia a través de la música, tal como otro grupo de mujeres hacía entonces arpilleras; arpilleras de denuncia sobre sus detenidos y desaparecidos que terminarían siendo objetos de culto y de estudio en todo el mundo.
—Es muy importante en esa primera formación Gala Torres, fallecida en 2002. Háblame de ella. RESP: Ella es fundamental. Era folclorista, y le ponía al grupo un aspecto profesional, directamente. Su hermano es detenido desaparecido. Gala era compositora, y ella es la creadora de la cueca sola, además de muchas otras canciones del conjunto. De hecho, los derechos de autor están hoy en manos de su hijo. Hace un tiempo nos llamaron de la producción de la película No para que autorizáramos su uso, pero no es una canción de la Agrupación, y yo los derivé donde Ruperto, quien siempre ha sido muy generoso, incluso compartiendo algo de lo que se recolecta por el uso de la canción.
Gabriela Bravo fue la bailarina oficial del conjunto por varios años. Luego ese papel ha recaído en Violeta Zúñiga y Marta Pérez. Cada una muestra un estilo diferente, cargado por su propia historia.
—Lo que uno recuerda bajo dictadura es un baile cansino, de pollera negra y blusa blanca, siempre con la foto de su hombre prendada en el pecho. ¿Es algo que se mantiene hoy? : RESP: No había un plan con eso. Se fue dando, y no es algo estricto. Nunca fue nuestra intención uniformarnos, pero, sí, quedó como marca. El tipo de baile que primero se conoció era el de la Gabi, y ella tenía su estilo. Hay otros bailes que han salido más trágicos, quizás más como de una obra griega. Cuando te especializas en el baile, finalmente le pones algo tuyo.
—Desde el debut del conjunto, ¿qué sentido tiene para la AFDD mantener al grupo activo?: RESP—Tiene un sentido en la memoria y en la lucha de Chile. Ha pasado mucho tiempo. A mi marido se lo llevaron cuando yo tenía 21 años, imagínate las muchas cosas que he vivido desde entonces. Pero así como envejecemos nosotros, también envejecen los malos. Y tenemos que estar ahí, recordando que la impunidad es una herida abierta. Somos un grupo de personas lleno de dificultades, de gente dañada, con poco presupuesto para lo que nos gustaría hacer, incómodo para el poder. Pero por eso mismo seguimos, porque entre nosotras hay un apoyo. Y mientras eso exista, habrá que mantener al conjunto hasta las últimas.
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