-Erin, tienes que calmarte.-habla mi padre tratando de tranquilizarme mientras nos bajamos del auto.
-Hoy lo liberan, tienen que liberarlo, no tienen pruebas suficientes.-digo algo ansiosa.
-Si, hija. El licenciado está haciendo todo lo posible.-me dijo agarrándome por lo hombros, miré al abogado quien me miraba un poco asustado.
-Tienen que soltarlo, no tienen pruebas en su contra.-fue lo único que dijo el abogado.
Estoy parada justo al frente donde tienen encerrado a mi hermano desde hace 5 años, la prisión federal de Atlanta.
Caminamos hacia adentro de la prisión, seguimos a los oficiales y nos detuvimos en una sala, donde solo había una mesa donde se encuentra el juez, un par de sillas y 5 oficiales. Después de un rato, se abrió una de las tantas puertas que hay y entraron 3 oficiales y mi hermano, yo me emocioné mucho, me levanté y traté de acercarme pero no me permitieron.
-Entonces, ¿van a liberar a mi hermano o no?-le pregunté al juez un poco molesta.
-Cariño, cálmate, deja que el juez hable.-me habló mi padre con una voz tranquilizadora.
-Procederé a leer el veredicto final de este tribunal ante los cargos imputados al señor Falcone.-el juez comenzó a revisar algunos papeles.-Por lo antes expuesto, y en mi calidad de juez del primer circuito en lo penal, declaro que el ciudadano Eric Falcone...es sentenciado a 20 años de prisión, ejecútese a partir de su fecha de captura.-terminó de decir y sentí como mi mundo se caía.
-¿¡Qué mierda!? ¡Esto es una maldita trampa, cabrón!-grité molesta y me abalancé sobre el juez pero mi padre me detuvo antes de cometer alguna estupidez. Me zafé del agarre de mi padre y los oficiales trataron de agarrarme cuando me acerqué a Eric.
-¡Erin!-soltó mi hermano angustiado.
-¡Eric!-me acerqué lo más que pude a él.-Te prometo que te voy a sacar de aquí, te lo juro como que me llamo Erin Falcone, ¡te lo juro!-le grité molesta y triste a la vez. Los oficiales comenzaron a forcejear conmigo pero mi padre los empujó para que me soltaran.
-Yo me encargo de la chica, yo me encargo.-habló fuerte mi padre, me abrazó y yo solo lloré en su pecho.
Salimos de la prisión, nos subimos al auto y el chófer comenzó a manejar hacia nuestra casa que tenemos aquí en Atlanta.
-Papá, tenemos que hacer algo. Él no puede seguir ahí.-le dije a mi padre un poco molesta.
-Lo sé, hija. Y vamos a sacarlo de ahí.-me dijo con una leve sonrisa mientras acariciaba mi mejilla.
Saqué mi móvil y le marqué a mi querida amiga.
-Evans, necesito un favor.-le dije.
-¿Qué necesitas?-me preguntó algo divertida.
-Quiero que me lleves a la bodega al juez que tiene el caso de Eric.
-¿No lo liberaron?-me preguntó y la voz divertida desapareció.
-No, haz lo que te pedí.-le dije sin darle explicaciones, ya luego hablaré con ella.
-Como ordene, jefa.-y después de eso, colgué y mi padre me dio una mirada acusatoria.
-¿Qué vas a hacer?-me preguntó con los ojos entrecerrados.
-Solo quiero saber quien le pagó al juez para condenar a Eric.-le respondí con una leve sonrisa.
-Recuerda, ningún error, cariño.-me dijo y me dio un beso en la frente.
-Claro que no, papá.-le dije y luego de unos minutos llegamos a nuestra casa.