En los últimos días, dos vendavales ("Cierán" y "Domingos") pasaron por Asturias y dejaron varios destrozos y algunos ciudadanos heridos, entre ellos, los 2 trabajadores que les hicieron subir al andamio en los astilleros, mientras, en la región, se registraban rachas de viento de hasta 131 kilómetros por hora.
Les hicieron trabajar en medio de los vendavales en Asturias
Dos hombres resultaron heridos en el recinto Astilleros Armón, en el municipio asturiano de Gijón
Una de las personas se abrió la cabeza y la otra tuvo daños fuertes en un brazo. Así, es "una empresa que roza el homicidio de manera permanente" como informó Nortes. Una empresa asturiana sin representación sindical y que representa el porvenir del capitalismo, si las cosas no cambian seguirán faltando medidas de seguridad, seguirán teniendo trabajadores subcontratados en malas condiciones y no habrá una organización sindical, que pueda parar este descalabro en los derechos de los trabajadores.
En 2009 cerró el último astillero de Gijón, Asturias, Juliana Constructora, integrado en la SEPI. CCOO y UGT fueron parte muy activa del cierre. En 2011 Armón se hizo con los terrenos y la explotación, pero no fue hasta el 2012 cuando empezó a trabajar en ellos e impuso no contar con trabajadores de los antiguos astilleros ni tener sindicatos. Las consecuencias:
En el año 2013 fue la primera muerte, un buzo murió ahogado. En el 2014 un operario falleció asfixiado dentro de un buque. En el 2015 otro trabajador falleció al ser golpeado con un cable en la cabeza. En el 2021 otro obrero murió al caerle una carga encima.
Pese a estos incidentes, la empresa continúa sin cambiar ni una coma y, aunque, algunos sostuvieron en 2009 que el astillero no era competitivo, ahora, es el mayor astillero privado de España.
El historiador Rubén Vega García sobre la empresa asturiana señaló:
"Lo que ha llevado a Armón a facturar más de 50 millones de euros en 2020 y a convertirse en un referente en el sector no han sido las inversiones en equipamientos o desarrollos tecnológicos, que fueron heredados del anterior astillero asturiano y financiados con dinero público. Lo que marca la diferencia es la gestión de la mano de obra y la organización del trabajo, ahora regida por unas dinámicas precarias y post-fordistas que han cercenado de raíz la tradicional fortaleza del movimiento obrero en el sector. Basta un dato para ilustrarlo: Armón, pese a su facturación millonaria, solamente tiene 11 empleados en plantilla, y todos ellos en puestos directivos o de administración. En el astillero asturiano trabajan habitualmente casi un millar de empleados, todos provenientes de subcontratas".
Según Vega, este caso "ejemplifica a la perfección la estrecha imbricación entre los objetivos proclamados de competitividad, productividad y flexibilidad y el deterioro del trabajo en la empresa asturiana en todos sus niveles: salarios, cualificación, seguridad, derechos, etc. La privatización de Juliana y su posterior quiebre supusieron una especie de doctrina del shock que acabó con el modelo laboral anterior con buenos salarios, seguridad en el trabajo y sindicatos fuertes, para dar paso a un régimen que los empleados comparan con el de una cárcel o un campo de concentración":
“La jornada de trabajo en el astillero asturiano discurre bajo permanente vigilancia, evitando la movilidad por el recinto o el contacto no derivado de necesidades del trabajo. Todo desplazamiento requiere autorización y los espacios comunes han sido suprimidos, hasta el extremo de que no existen máquinas de café o bebidas”.
Rubén García Vega comentó: "Un extrabajador del astillero, que pidió mantener el anonimato, me dijo hace dos años: A cualquier voz que sobresalga un poco la echan a la calle".
"Desde que Armón se hizo con el astillero gijonés los sindicatos han desaparecido del recinto, los salarios han bajado a la mitad-de unos 2600 euros en Juliana a entre 1200 y 1400 en la actual empresa y la siniestralidad se ha disparado. En poco más de una década de actividad han muerto en el astillero cinco trabajadores y se han registrado cientos de accidentes, cuidadosamente ocultados por la empresa y pasados por alto en los medios de comunicación regionales", manifestó Rubén.
Según uno de los testimonios recogidos por Vega, la propia empresa se jacta de aplicar “una política del terror” para mantener la disciplina en el astillero asturiano. “No hay representación sindical, ni inspección de trabajo, se despide a la gente sin motivo”, dice otro de los entrevistados, “hay turnos de noche de 12 horas (de 7 y media de la tarde a 7 y media de la mañana). No se paga la toxicidad, la penosidad, ni la peligrosidad”. Los veteranos del sector naval en la ciudad fueron excluidos de los procesos de selección desde la apertura del astillero. Su larga experiencia profesional y sindical, los lazos de solidaridad y su arraigo en los barrios próximos al puerto los convertían en indeseables a ojos de la empresa, reportó Nortes.