El casabe de mandioca es un alimento muy popular en varios países de América Latina. Este consiste en un pan “sin levadura”, crujiente, muy fino y de forma redonda que se elabora a partir de harina de mandioca.
Generalmente, este pan de ázimo se elabora de forma artesanal. Su tradicional proceso es bastante laborioso y algo peligroso; pues quienes lo realizan se exponen a temperaturas que superan los 80° que implica el proceso de tostado del alimento en estufas de gran volumen.
El ingeniero venezolano, Esteban Reales, al observar las condiciones extremas con las que se elabora el casabe, se propuso diseñar un sistema que solucionara todos estos inconvenientes.
20 años atrás, el científico se pondría manos a la obra y crearía los planos del complejo casabero, por el que sería premiado con un galardón que le concedió el Estado venezolano, además de la financiación para poner en marcha su proyecto y realizar varias correcciones, mediante extensos estudios en cuanto a preparación de comidas y sugerencias de productores.
Tras años de trabajo, estudios y pruebas para perfeccionar el sistema, el modelo de Reales se hizo realidad: Capaz de generar cantidades superiores a los 700 kilos de molienda para pan de ázimo en 8 horas, la tarea puede ser realizada con menos de 10 obreros dispuestos en diversas áreas de producción. Mediante el uso de rayos ultravioleta, las mandiocas se lavan, se pelan y elimina bacterias, optimizando la fase de depuración.
Por otra parte, los horneros no tendrían que exponerse a altas temperaturas, gracias a los aislantes que posee cada unidad de cocción, mejorando así las condiciones de trabajo, disminuyendo el desgaste físico de los trabajadores, evitando accidentes laborales, garantizando un proceso de alta calidad y acelerando la producción.
La mandioca y los grandes beneficios que puede reportar a nivel de empresas
Gracias a las investigaciones que Reales hizo sobre la yuca, el científico pudo descubrir los grandes beneficios del tubérculo y cómo aprovechar todas sus propiedades: Según Reales, de un kilogramo de mandioca amarga, apenas un treinta y tres por ciento se transformaría en molienda, poco más del 2% en concha y el sesenta y tres por ciento restante en una sustancia tóxica (conocida como yare), que produce la raíz en el ciclo de compresión para generar la fécula.
Dicho almidón, se extrae de la mandioca amarga y no de la dulce, debido a que posee muy bajas cantidades, su costo es elevado y las raciones que se obtienen de la siembra generalmente son muy pocas.
Por medio del yare se obtienen féculas agrias, que son muy apreciadas por las compañías farmacéuticas, alimenticias y destilerías (cuyos licores son muy solicitados en países del Caribe). De hecho, con esta sustancia lechosa, se produce un combustible muy parecido al etanol.
Actualmente, muchas empresas colombianas y bolivianas se dedican a la exportación de grandes cantidades de este producto a regiones centroamericanas, al tiempo que en territorio venezolano no suele ser aprovechado, sino más bien desechado.
En cuanto a la concha, mezclándola con la punta de la caña del árbol de mandioca y otros ingredientes, se convierte en comida para animales.
El ingeniero estimó que el costo total por la construcción del complejo casabero sería de poco más de ciento treinta mil dólares, cuya instalación tomaría unos 6 meses y el capital de inversión se recuperaría en tres años aproximadamente.
Sistema capaz de suprimir el flujo estático
Además del proyecto anterior, el científico aprovechó la ocasión para hablar de otra de sus creaciones: Un ingenioso invento capaz de suprimir el flujo estático. Este mecanismo incluye una estructura de diagnóstico automático que rastrea deficiencias en el ciclo de surtido de carburantes desde las refinerías.
También tiene un circuito electrónico que previene accidentes, ya que aparte de disminuir las cargas estáticas, suprime automáticamente el ciclo de carga de combustible, si llegase a presentarse un error, indicando de inmediato dónde se localiza la falla. Sin duda, esto evitaría pérdida de horas de trabajo y dinero.
Estos aparatos tienen un costo de 5.000 dólares, los cuales ya han sido distribuidos y comercializados en varias ciudades de Venezuela y Colombia.