"¿Encontraría a la Maga?" inicia el primer capítulo (o segundo, dependerá del lector) en medio de una incertidumbre. No se dispone a ubicarnos en un espacio - tiempo, describiendo menos o más minuciosamente el contexto, no es el clásico comienzo, sino que nos sumerge sin aviso en la preocupación del personaje, y más aún, un problema que todavía no existe sino hasta la mitad de la historia.
Y aunque más adelante descubriremos que tampoco fue el primer capítulo escrito por Cortázar en esta singular obra, es así como da comienzo a un, me animo a decir, manifiesto literario, sobre el sin sentido de la realidad, el absurdo que nos rodea cada día, con sus "necesidades" y preocupaciones mundanas que se repiten día tras día. Lo expone y, sobre todo, lo ´ensaya´ en el propio escrito, una reacción contra todo convenio social, incluso contra las normas literarias, claro que para hacerlo debe hacer uso del mismo lenguaje del que reniega; quizás reflejada en la impotente lucha de sus personajes, contra la realidad desde la realidad misma. La búsqueda de algo que no se sabe bien qué es reflexiona. Nos participa en esa búsqueda, ¿o no sentimos que ese <algo> nos falta?, el vacío existencial, ¿no es acaso lo único que realmente nos une como humanidad? ¿Y eso, qué es?
Una crítica a toda certidumbre, presentándolas como mentiras que nos auto proponemos, luchas sociales, morales… que no son más que un paliativo para la conciencia. Un sentido-consuelo para nuestra vida.
Gran despliego de conocimiento artístico: pintores, escritores, músicos, y breves referencias - para entendidos -. El jazz como alegoría del mismo escrito, género de variables partes: blues, ragtime, swing… caracterizado por ser disruptivo, experimental, improvisado e innovador.
Aunque Rayuela sea algo menos ´experimental´ que trabajo terminado: tendrá de impreciso lo que nuestra búsqueda, lo que nuestra razón tiene de certera en su afán de abrazar la verdad.
Un escrito que, como la música o la pintura, puede disfrutarse tanto desde el intelecto como desde lo sensible, como en el juego inventado por Talita: preguntas-balanza, donde cada definición, o parte de la metáfora, está despojada de su significado lógico para dejarnos sentir lo que ellas nos transmiten en sonoridad, imagen… una verdadera rebelión contra las acepciones mismas del ´cementerio´ (diccionario).
Una historia donde lo menos importantes es la historia, el orden está regido por el ritmo del pensamiento, tren sin carril previsible; ora en el pasado, ora en el futuro, ora en el presente. Distinguibles quizás por los personajes que rodean cada uno de esos arduos laberintos de exposición intelectual, que como si fuera poco, intentan muchas veces desasirse de la lógica misma.
- El sueño estaba compuesto como una torre formada por capas sin fin que se alzaran y se perdieran en el infinito, bajaran en círculos perdiéndose en las entrañas de la tierra. Cuando me arrastró en sus ondas la espiral comenzó, y esa espiral era un laberinto. No había ni techo ni fondo, ni paredes ni regreso. Pero había temas que se repetían con exactitud.
ANAÏS NIN, Winter of Artifice.
Una llamada al lector a hacerse consciente de que todo a nuestro alrededor es vanidad, con excepción del amor, y que lo absurdo para el común de las gentes es más real que cualquier realidad absurda del día a día. Por ello la obra transcurre bajo un manto sombrío, no tiene la intención de dar consejos, ni de marcar ningún camino. Solo despertar a los dormidos. Así uno de los textos que cita en el libro reza:
- Por qué, con tus encantamientos infernales, me has arrancado a la tranquilidad de mi primera vida... El sol y la luna brillaban para mí sin artificio; me despertaba entre apacibles pensamientos, y al amanecer plegaba mis hojas para hacer mis oraciones. No veía nada de malo, pues no tenía ojos; no escuchaba nada de malo, pues no tenía oídos; pero me vengaré!
«Discurso de la mandrágora», en Isabel de Egipto, de
ACHIM VON ARNIM.
Una auténtica revolución literaria, un gran juego intelectual, un libro fascinante.
- Nous sommes quelques-uns à cette époque à avoir voulu attenter aux choses, créer en nous des espaces à la vie, des espaces qui n'étaient pas et ne semblaient pas devoir trouver place dans l'espace.
RTAUD, Le Pèse-nerfs.
