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Un autodescubrimiento

Un autodescubrimiento

En cada época y generación algunos tenemos el pensamiento “¿y por qué debo seguir estas instrucciones para mi vida?”, y un grupo aún más reducido se habrá atrevido a ir más allá de la reflexión y la crítica y habrá roto el esquema, llegando a lo que tal vez podría llamarse su “autodescubrimiento”.

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camihurs
@camihurs

Un autodescubrimiento es lo que debería ser la vida

La sociedad automatiza lo que debería ser personalizado, y  personaliza muchas cosas que no deberían existir. Claro, al hacer tantas cosas de manera mecánica, sin pararse a pensar en si es lo que queremos o no, se supone que “ganamos tiempo”, evitamos errores y progresamos a mayor velocidad. Cada vez entiendo menos la parte de “ganar tiempo”. ¿Ganárselo a quién? Si nosotros lo ganamos, ¿quién lo pierde? Y, ¿qué hacemos con ese “tiempo de más que tenemos”? ¿Dónde lo ponemos? Yo nunca lo he visto. De hecho, para mi desgracia, cada vez siento que tengo menos.

No creo que esto de automatizar todo sea únicamente un fenómeno del siglo XX o de la sociedad moderna. Tal vez hace 500 años la vida trazada para la mayoría era algo como: nace, crece un poco, si eras niño ayuda a tu padre (que era el único de tu familia que trabajaba) en su labor diaria, y si eras niña ayuda a tu madre con las labores de la casa; si tienes suerte tal vez aprende a leer y a escribir, quizás a sumar, restar, dividir y multiplicar, luego cásate, ten hijos, y vuelve a repetir el ciclo con ellos. Si eras parte de una familia algo diferente (la realeza o la nobleza), haz prácticamente lo mismo con algunas variaciones: aprende a luchar, también algo de historia, ayuda a tu padre a mantener la hacienda/castillo/feudo y a los criados, luego apóyalo en las batallas, y después cásate con la hija de algún otro rey o noble.

 

¿Instrucciones para la vida?

En cada época y generación algunos tenemos el pensamiento “¿y por qué debo seguir estas instrucciones?”, y un grupo aún más reducido se habrá atrevido a ir más allá de la reflexión y la crítica y habrá roto el esquema, llegando a lo que tal vez podría llamarse su “autodescubrimiento”. Es decir, habrán descubierto y decidido por sí mismos si eso que se les daba como receta mágica para la vida era lo que de verdad querían. Tal vez llegaban a la misma conclusión que les daba la sociedad, o tal vez se convertían en alguien completamente diferente.

Pienso que esa misma situación sigue sucediendo en nuestros días, y a lo mejor sucederá por siempre (al menos con los humanos, no sé si con cualquier sociedad de seres inteligentes). Vamos al colegio, luego a algún tipo de estudio avanzado o especializado, y luego a trabajar. Luego te casas y sigues trabajando por 50 años hasta que ya no puedes más (ni trabajar, ni viajar, ni vivir), y mueres. Pero lo que pocas veces nos preguntamos es si eso que nos dicen que debemos hacer en cada etapa de la vida de verdad nos llena, nos importa, nos permite expresar todo lo que queremos. No es una respuesta que se consiga rápidamente. Tampoco es una pregunta que nos hagamos únicamente una vez en la vida. Y mucho menos la solución es tirar todo y sentarse a reflexionar sobre ello.

Creo que la solución está en el medio de todo, como sucede casi siempre. La prudencia, dejando a un lado los extremos. Es decir, continuar con aquello que hacemos (que nos han dicho que hagamos) pero teniendo siempre presente esa punzada que nos obliga a estar pendientes a cada instante de si eso en lo que invertimos nuestro tiempo y energía es lo que queremos o no.

No creo tampoco que la solución sea preguntarle a un niño por cada aspecto de su vida: ¿quieres ir al colegio? ¿quieres aprender a tocar tal intrumento? ¿Quieres hacer este deporte? Simplemente él o ella no tienen aún la consciencia necesaria para sopesar qué les conviene y qué no y qué quieren hacer con su vida. De hecho creo que ni siquiera piensan mucho en su vida, sino solamente en el momento (cosa que vamos perdiendo a medida que vamos creciendo).

Pero lo que sí se les puede decir es: vas a hacer esto, por un tiempo, y sería buena idea que reflexionaras sobre cómo te hace sentir, si te gusta, o si te gustaría hacerlo por mucho tiempo. Porque dentro de un tiempo podrías dedicar tu vida a ello, o podrías dejarlo simplemente como una actividad de pasatiempo, o no volver a hacerlo nunca. Lo que importa es que seas consciente de lo que estás haciendo y no que lo hagas simplemente siguiendo instrucciones. Ni mías ni de nadie.

Creo que unas palabras así servirían mucho a un ser humano en su etapa temprana (no digo "formación temprana", porque creo que nos formamos toda la vida). Y no sólo en su etapa temprana. En esos primeros años unas palabras como esas tal vez tengan un mayor impacto en la mente, pero creo que serán útiles siempre, sin importar la edad de la persona a la que se las digamos. Por ejemplo, hace poco terminé mi maestría, la cual empecé varios años después de terminar mi primer pregrado, aún teniendo la oportunidad de hacerla con algunos beneficios si la comenzaba inmediatamente, aunque en un área de la cual no estaba seguro. Y la razón de haberla empezado cinco años después fue porque estaba buscando qué era lo que me gustaba y hacia dónde quería enfocar mi carrera.

Y creo que la espera funcionó. Ahora mismo estoy en una situación similar con el doctorado. He pensado mucho acerca de si hacerlo o no, por qué, para qué, en dónde, sobre qué, en fin, cada aspecto del mismo. Porque creo que he logrado definir tan bien mis intereses que tengo suficiente trabajo (conmigo mismo) que no tengo necesidad de que un agente externo (un profesor o una universidad) me diga qué es lo que debo hacer. Sin embargo, creo que aún me faltan cosas por descubrir, y van por ese camino académico.

Conversación

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