Los bosques submarinos son ecosistemas marinos que albergan una gran diversidad de vida y que contribuyen a mitigar el cambio climático al capturar y almacenar carbono. Una de las especies que forman estos bosques son las algas kelp, unas macroalgas que pueden crecer hasta 30 metros de altura y que se encuentran en las costas frías de todo el mundo. Sin embargo, estos bosques están amenazados por el calentamiento global, la contaminación, la pesca y la invasión de especies exóticas. Por eso, algunos proyectos buscan restaurar y proteger estos hábitats mediante el cultivo y la siembra de algas kelp. Estas acciones no solo benefician al medio ambiente, sino también a las comunidades locales que dependen de los recursos marinos para su subsistencia y desarrollo.
El cambio climático, es una realidad que amenaza la vida en la Tierra, es un fenómeno que pone en peligro la supervivencia de los seres vivos en el planeta. De acuerdo con la evidencia científica, la temperatura promedio global se ha elevado en 1.2 grados centígrados desde el comienzo de la revolución industrial y continúa aumentando. La concentración de dióxido de carbono en la atmósfera, que alcanza niveles sin precedentes, provoca graves efectos sobre el clima, los ecosistemas y la salud humana. Se calcula que la biodiversidad ha experimentado pérdidas de un 70% en los últimos cincuenta años y más de 1 millón de especies están en peligro de desaparecer.
La solución está en la misma naturaleza: los bosques de kelp
Frente a los desafíos que enfrentamos como individuos y sociedad, hay un recurso natural que puede ayudarnos: las algas Kelp. Estas algas no son realmente plantas sino agrupaciones de células unicelulares llamadas heterocontos o stramenopiles, tienen un color marrón y una forma alargada. El kelp es un tipo de alga marina que forma bosques submarinos en las zonas iluminadas del océano. Estos bosques contribuyen a la producción de oxígeno y a la mitigación del cambio climático, por lo que tienen un gran valor ecológico. Crecen en zonas marinas poco profundas y con abundancia de nutrientes y tienen una capacidad de crecimiento muy alta, llegando a medir hasta medio metro por día y 80 metros de largo. Las algas Kelp obtienen la mayor parte de sus nutrientes del agua que las rodea, sin depender del suelo o de otro tipo de soporte.
Las algas marinas son un recurso natural que los seres humanos han aprovechado desde tiempos remotos. Su ceniza contiene yodo y álcalis, que son útiles para la fabricación de jabón, vidrio y sosa cáustica. Además, su alginato se emplea como espesante en productos alimenticios, como helados, mermeladas, salsas, cremas y pasta de dientes, así como en alimentos para perros. Si bien, los bosques terrestres son maravillosos y fundamentales para el equilibrio ecológico, pero se ha descubierto que al menos el 50% del oxígeno que respiramos proviene de las algas marinas, además, de proteger las costas de la erosión. Los bosques de algas marinas son una fuente vital de oxígeno y un escudo protector para las zonas costeras. Según los estudios, más de la mitad del oxígeno que respiramos se origina en estas plantas acuáticas, que también contribuyen a mantener el equilibrio ecológico del planeta. Además, los bosques de algas kelp, que se caracterizan por su gran tamaño y su elevada producción de biomasa, tienen un efecto amortiguador sobre las olas y las tormentas, lo que reduce el riesgo de erosión y daños en las costas. Esto es especialmente importante en un contexto de cambio climático, que provoca el aumento del nivel del mar y la intensificación de los fenómenos meteorológicos extremos. Por todo ello, los bosques de algas marinas son un recurso natural valioso y merecen nuestra atención y conservación.
Las algas marinas tienen un papel crucial en la regulación del clima y la conservación de la biodiversidad. Al absorber más dióxido de carbono que los árboles, las algas ayudan a reducir la acidificación del océano, que pone en riesgo la supervivencia de los corales y los moluscos. Asimismo, los bosques de kelp albergan a cientos de especies que encuentran en ellos refugio, alimento, reproducción y crianza, como peces, langostas, cangrejos y otros. Por ejemplo, el tiburón cazón fija sus huevos entre las hojas de las algas y muchos pulpos se esconden en estos bosques. El kelp también puede capturar el exceso de nitrógeno que proviene de los fertilizantes y que afecta negativamente a los ecosistemas marinos, al favorecer el crecimiento de algas dañinas que alteran el equilibrio natural. Además, el kelp modifica la reflexión de la luz solar en las zonas costeras, gracias a sus estructuras flotantes que crean un dosel en la superficie. Esto contribuye a mitigar el efecto del calentamiento oceánico y el cambio climático en la diversidad marina.
Sin embargo, estos valiosos ecosistemas se enfrentan a dos graves amenazas. La primera es el aumento de la población de erizos de mar, que se alimentan vorazmente de las algas y las destruyen. La pérdida de biodiversidad ha reducido el número de depredadores naturales de los erizos, como las nutrias marinas o los lobos marinos, lo que ha favorecido su proliferación. La segunda amenaza es la sobreexplotación humana, las algas marinas tienen múltiples usos industriales, alimentarios y farmacéuticos, lo que ha generado una gran demanda. Por ejemplo, solo en Chile se exportaron más de 400 mil toneladas de huiro, un tipo de alga parda, en un solo año.
Importancia de los bosques de Kelp para la biodiversidad: Iniciativas para su consevación
La desaparición de los bosques de Kelp tiene graves consecuencias para el clima y la biodiversidad. Por eso, es necesario tomar medidas para protegerlos, restaurarlos y conservarlos. Algunas iniciativas exitosas son el arrecife Wheeler North en California o la operación Crayweed en Australia, donde se han sembrado y replantado algas marinas para recuperar los hábitats perdidos. Estos proyectos demuestran que es posible revertir el daño causado y restaurar la salud de los océanos.
Chile es un país líder en el aprovechamiento de las algas marinas en América Latina, gracias a las ventajas que le ofrece su extenso y diverso litoral. A lo largo de sus más de 4.300 kilómetros de costa, se encuentran diferentes hábitats y condiciones ambientales que favorecen el crecimiento de una gran variedad de especies de algas, incluyendo algunas de gran tamaño. Además, la costa chilena se caracteriza por la presencia de sistemas de surgencia, que son corrientes ascendentes de agua fría y rica en nutrientes que provienen del fondo del océano. Estas corrientes nutren a los bosques de algas y les permiten desarrollarse con vigor y salud. Los bosques de algas no solo son importantes para la biodiversidad marina, sino también para la economía y el desarrollo social de Chile. Estos ecosistemas apoyan la actividad pesquera artesanal y brindan oportunidades para la acuicultura sostenible, la recolección de algas y el desarrollo de aplicaciones biotecnológicas.